En mayo del 2018, el gobierno chino consideró que el personaje de dibujos animados Peppa Pig, de gran éxito en el país, era subversivo y lo incluyó en la lista de contenidos prohibidos. Según las autoridades, la aparentemente inocente cerdita era “la antítesis de la nueva generación que el Partido Comunista trata de cultivar” porque promovía “la sed de novedades, de sátira y de suplantación de identidad”, con lo que podía servir para “obstaculizar elementos positivos de la sociedad china”. Tal cual.
La situación, por absurda que parezca, no debe sorprender en lo más mínimo. En el pasado, el gobierno chino ya había censurado a Winnie the Pooh porque algunos internautas lo usaban para mofarse del presidente del país, Xi Jinping, y en el 2017 “recomendó” no publicar algunos libros, como “Charlie y la fábrica de chocolate” y “James y el melocotón gigante”, por ser “extranjeros”.
Parece mentira que en pleno siglo XXI haya gobiernos que consideren revolucionario algo tan inocente como una cerdita parlante cuya única actividad delictiva es montarse en un columpio, ir al parque o comerse una tarta, pero así es. En China, aunque cueste creerlo, hablar de Peppa Pig, o tatuársela o emplearla en un hashtag, es hacer la revolución. Ser “subversivo”. Fomentar una suerte de estado de excepción cultural. Querer destruir el sistema.
Para Elizabeth Duval, la Peppa Pig prohibida es una metáfora perfecta para dar pie a su poemario “Excepción”, que acaba de publicar la editorial de nuevo cuño Letraversal. De ahí que la cubierta (obra de Juan Manuel Rodríguez) reproduzca una inocente persona con una gran careta de la simpática cerdita. Es la imagen completamente vacua, inocente, cuqui e infantil a la que tan solo una mente esquizoide puede dar un contenido semántico revolucionario.
La portada ya es una declaración de intenciones: una careta de una cerda se transforma en un símbolo de resistencia, de lucha contra la opresión. Pero también representa el fetichismo de la revuelta: cómo las causas actuales se luchan sólo en el plano simbólico, estético, anecdótico, sin adentrarse en las causas ni enfrentarse realmente a los sistemas asfixiantes. Luchamos –o creemos luchar– con un hashtag o un eslogan o una canción o un libro o una careta de una cerda de dibujos animados. Pero en el fondo no luchamos: sólo nos creemos guerrilleros por subir una instantánea a Instagram. Dar likes no subvierte al sistema.
Leer libros tampoco.
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LA ROSA FLORECERÁ EN FRAGMENTOS AUDIOVISUALES
octubre es el mes de los principios, castigando
intacta emoción nefelibata, soñando
restauraciones ejemplares y absolutas, otorgando
al ser humano el fuego equivalente a las aves
al deseo a la nada al deseo
de la legitimidad democrática: elija
usted entre dos poemas
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imaginemos ardiendo todos los poemas
de la historia alargada de la literatura
imaginemos las fallas y los fuegos
artificiales detrás de sus pantallas
la ontología negativa no será televisada
es un proceso inherentemente PAM / violento y
beligerante cual PAM / virtualidad hiperconstruida
reconstituyente PAM / las hojas de ceniza no PAM /
cubrirán de flores las calles PAM / las velas de cristal las
didascalias no agitarán PAM / ni siquiera el más inocente
PAM / PAM / PAM de los aires
el poema participa, así, de la forma
de una metralleta, tirolina o
una catapulta un instrumento militar utilizado hoy
para el lanzamiento a distancia
de versos a modo de proyectiles:
no hay democracia fuera del estado
de derecho
llevada a sus últimas consecuencias
esa obcecada prevalencia
no hay nervios fuera del estado
de derecho
donde los hombres muertos en
su obcecada prevalencia
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“Excepción” nació un mes de octubre, el uno de octubre para ser precisos, cuando Elizabeth Duval vio por televisión las imágenes de Cataluña y se puso a reflexionar sobre la libertad, la democracia, la dictadura y el estado de excepción.
Pero reflexionó como reflexiona siempre ella: de la manera más poliédrica posible, buscando todos los significados, intentando recomponer un puzzle o un rompecabezas cuyas piezas no tienen porqué encajar. No hay nada obvio en su obra: todo es un laberinto de callejones, enlaces, túneles y ventanas sin un solo atajo que te enseñe la salida más cercana. Una vez te embarcas en su obra se sumerges sin remedio: te atrapa y te retiene y te exige atención. Por eso su obra no la puedes leer sólo una vez: exige lecturas múltiples, porque cada una te va a llevar a un sitio distinto.
“Excepción”, de hecho, requiere que la leas una primera vez de un tirón y una segunda vez por partes (recomiendo comenzar por los anexos y luego regresar al principio; se puede empezar por el primer o tercer anexo). Duval ha roto aquí –ha pulverizado más bien– todas las normas del género poético para que la forma en sí misma adquiera un significado nuevo (los paralelismos con “La casa de las hojas”, de Mark Z. Danielewski, no son fortuitos).
Es un acto político, sin duda, de reivindicación: la destrucción de la forma, su partición, es una metáfora de las múltiples capas de un fenómeno político. También es una sátira sobre la autocomplacencia y la búsqueda de soluciones obvias, sencillas y fáciles de adquirir. Una de las cuestiones más interesantes es cómo desmitifica a los libros como panaceas: un libro no es un objeto revolucionario en sí mismo, ni crea revoluciones ni las sustenta ni las resuelve. Por eso el libro acaba (o empieza, según se mire) con unos versos que sirven como manifiesto:
este libro no habrá cumplido su función
hasta que sirva
como lumbre,
encendiendo un fuego,
en alguna barricada, en
otra ciudad infinita:
entonces, todo esto
estará justificado,
pero nadie se atreverá.
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NO PLANTEO ALTERNATIVAS
¡faltaría más! ¿quién te crees que soy? no te voy a sugerir que hagas nada.
NO PLANTEO ALTERNATIVAS
¡FALTARÍA MÁS!
NO PLANTEO ALTERNATIVAS
NO PLANTEO ALTERNATIVAS
NO PLANTEO ALTERNATIVAS
no creo en las alternativas,
creo que todo es de una manera,
así como dever ser siempre,
hasta que el fuego se extingue y
alguien
empieza un nuevo fuego, en
el primer instante,
o en los motores del avión alguien
empieza un nuevo fuego.
¿y pensará esa persona acaso
qué será, en un futuro, de quienes
nos sobrevivan hasta ver cómo
ese fuego se extingue?
NO PLANTEO ALTERNATIVAS
NO ENCIENDO FUEGO ALGUNO
yo no soy la autora de este poema.
¡faltaría más!
este es el lenguaje
militarizado:
el silencio.
no tengo absolutamente nada que deciros,
y por eso.
¡he ahí la respuesta:
el silencio!
yo no soy la autora
de ninguna de mis palabras.
***
Dice Elizabeth Duval que su concepción del arte es una síntesis entre Barthes, Lacan y Godard. Aunque sus referencias son múltiples: en su obra hay mucho de Kant y Hegel. En “Excepción” también hay bastante de T.S. Eliot (las referencias a “La tierra baldía” son constantes) y mucho del filósofo italiano Giorgio Agamben y su “Estado de excepción” (publicado en castellano por Pre-Textos).
El estado de excepción como espacio en el que todo está permitido porque, como no hay leyes, no hay delitos. El estado de excepción que, en el mundo actual, se está convirtiendo en la norma, en lo común. Los grandes principios que sustentaban a las democracias ya no valen, las construcciones jurídicas ya no rigen, los grandes esquemas se han evaporado. Quedan espacios en donde lo simbólico es la única forma de lucha. Para Agamben, “lo que termina por definir a la humanidad es su facultad de producir imágenes”. Las imágenes viven.
Aunque sean imágenes aparentemente inocentes de caretas de dibujos animados de una cerdita poco sospechosa de ser subversiva.
- Artículo escrito por Ana Polo Alonso.